Después de tres intentos fallidos, José Diego Frankis Contreras,alias “El Frankis, El Apá o El Padrino”, se fugó finalmente del Cereso de Cholula la madrugada del 27 de noviembre, a través de un boquete en la pared, para ir por su hijo y su pareja sentimental, quienes estaban recluidos en el municipio de Tepeaca acusados, también, del delito de secuestro.
Para lograr su cometido, según las indagatorias hechas por las autoridades ministeriales, este recluso pagó 13 millones de pesos para obtener herramientas, un arma de fuego, teléfonos celulares y el silencio de quienes estaban encargados de cuidarlo a él y a los otros 10 internos que abandonaron la prisión.
Un sujeto frío y calculador
Frankis Contreras ingresó al Centro de Reinserción Social (Cereso) de Cholula el 5 de diciembre de 2009, junto con cuatro de sus cómplices, todos acusados de secuestro, asociación delictuosa y cohecho.
De acuerdo con estudios psicológicos, se determinó que el coeficiente criminal de este sujeto es de los más elevados y su grado de peligrosidad es similar al de reos que deben purgar sus penas en los penales de máxima seguridad del país.
Quienes tuvieron contacto con él lo califican como un tipo frío y calculador.
En múltiples ocasiones había amenazado de muerte al personal penitenciario de Cholula y desde que llegó a la prisión su primera petición fue que le autorizaran tener una grabadora en la celda, lo que en un principio le fue negado.
El Apá contaba con 19 órdenes de aprehensión en diferentes estados del país por secuestro y asociación delictuosa y tenía un nivel socioeconómico alto que le permitió ofrecer dinero a los custodios a los pocos días de su llegada.
En sus declaraciones manifestó que “había perdido la cuenta de los secuestros que había cometido con su banda”, por lo que había acumulado sumas millonarias de dinero que ocupó en el propio centro penitenciario.
En 2010 ya habían hecho un primer boquete para fugarse
Antes de ingresar al penal de Cholula, “El Frankis, El Apá o El Padrino, se había fugado de los penales de Altamira y Nuevo Laredo, en Tamaulipas; en este último lugar, un comando armado lo rescató a sangre y fuego, mientras era trasladado para una diligencia.
En el reclusorio de San Pedro Cholula fueron tres las ocasiones en que intentó escapar.
En la primera se descubrieron llamadas telefónicas a sus familiares, en las que mencionaba que prepararan una fiesta y pedía que le llevaran “los juguetes, los globos y los payasos, que no se les olvidara buscar al cura y al sacristán”.
La vigilancia especial a este sujeto, así como el seguimiento de sus llamadas -a las que todo interno tiene derecho- permitió redoblar las medidas y evitar cualquier intento de fuga.
En su segundo intento se descubrieron cartas en las que daba indicaciones a sus cómplices para que lo rescataran. En las misivas ordenaba que se rentara una casa cerca del penal y que esperaran más información. Las autoridades interceptaron esta información y se previno cualquier acción.
En la última ocasión, Frankis Contreras logró sobornar a tres custodios con 100 mil pesos para que le entregaran duplicados de las llaves.
Con éstas en sus manos, salió de la celda y abrió las puertas de otros reclusos, quienes con barretas comenzaron a realizar un boquete en la pared, exactamente en el mismo lugar donde la madrugada del pasado domingo 27 de noviembre sí consiguieron escapar.
En aquella ocasión algunos custodios se percataron de los hechos y lograron evitar la fuga, objetivo que finalmente consiguió con otros diez internos hace unos días.
Tras la fuga de Cholula, intentó rescatar a su hijo en la cárcel de Tepeaca
Minutos después de la fuga del penal de San Pedro Cholula, el comando encabezado por Diego Frankis Contreras se dirigió al penal de Tepeaca, donde intentaría rescatar a su hijo y a su pareja sentimental; sin embargo, a última hora decidió cancelar el rescate.
El hijo del hoy prófugo, Diego Frankis Yacotu, de 24 años de edad, se encontraba en esa prisión acusado de secuestro, por lo que fue sentenciado a 26 años de prisión.
Con la fuga de los reos en Cholula, la madrugada de ese domingo 27 de noviembre, mediante un operativo, Frankis Yacotu fue trasladado inmediatamente al penal de San Miguel, en la capital del estado, así como su pareja sentimental, con la finalidad de evitar su rescate.
Personal del Cereso de Cholula era vulnerable ante sobornos
El Centro de Reinserción Social (Cereso) de San Pedro Cholula cuenta con una plantilla laboral de aproximadamente cien personas, de las cuales 60 se desempeñan como personal de seguridad y custodia, mientras que el resto se compone de personal administrativo, psicólogos y criminólogos, entre otros.
A diferencia de los custodios de la capital del estado, que dependen directamente de la Secretaría de Seguridad Pública y quienes perciben salarios mensuales de ocho mil pesos, los encargados de la seguridad y vigilancia del penal de Cholula tienen un salario mensual de cinco mil pesos, por lo que se considera que fácilmente pudieron ser sobornados.
No existen registros de la fuga en las cámaras de video
Desde 2005 funcionan, en el penal, un total de veinte cámaras de video que monitorean todas las áreas, las 24 horas del día, los 365 días del año, pese a ello, estas dejaron de funcionar horas antes de que se registrara la fuga.
El dormitorio B, donde se realizó el boquete en un muro de 50 centímetros de grosor, cuenta de manera exclusiva con una cámara de video que, inexplicablemente, desde el sábado 26 de noviembre quedó inhabilitada.
La edil de Cholula nombró a su tío como encargado de seguridad
Cabe recordar que el 7 de noviembre, e-consulta dio a conocer múltiples irregularidades que ocurrían en el penal de Cholula, tales como el cobro por visita íntima, la venta de actas de concubinato, la restricción en el ingreso de comida y de visitas familiares, así como la prohibición de juegos como el ajedrez pero, en cambio, la autorización de juegos de azar y de video .
Familiares de los internos denunciaron y advirtieron que estos abusos estaban “calentando y enardeciendo” a la población penitenciaria.
Incluso, se denunció que el entonces director del Centro de Reinserción Social, Jorge Daniel Martínez Casco -nombrado por la alcaldesa Dolores Parra Jiménez-, junto con el encargado de áreas técnicas, Luis Enrique Apodaca Primo y el subdirector de Seguridad y Custodia, Henry Martínez Ricardo, instalaron en la prisión una “rosticería”.
A la par, se restringió a los familiares el ingreso de comida para obligarlos a consumir los pollos que se comercializaban entre 60 y 70 pesos cada uno, para una población de 420 internos que reciben visitas cuatro veces por semana.
Ante esta serie de irregularidades, la alcaldesa, que en primer lugar calificó como “chismes” los abusos, finalmente cesó de sus cargos al encargado de áreas técnicas, Luis Enrique Apodaca Primo y al subdirector de Seguridad y Custodia, Henry Martínez Ricardo, nombrando en su lugar a su tío paterno, Arturo Parra Osorio, de 65 años de edad, quien quedó al frente de la seguridad de la prisión .
Parra Osorio se desempeñó como custodio durante aproximadamente cinco años, pero nunca había tenido una responsabilidad mayor, hasta que la alcaldesa decidió encomendarle la tarea de vigilar a 441 internos.