El excéntrico millonario Antonio Haghenbeck de la Lama cumplió su última voluntad, heredó su fortuna a los perros callejeros.
De nada sirvieron las protestas familiares.
Lo acusaron de todo, su sobrino-nieto Antonio, apeló a la ley para impugnar el testamento.
Y es que sus millones despertaron la ambición y tras su muerte, la polémica.
Dueño de casas en el Distrito Federal, haciendas, piezas consideradas de colección, y otras propiedades, Haghenbeck se convirtió en impulsor de acciones protectoras de animales callejeros.
Así, hace 17 años, la última voluntad en su vida se convirtió en la más excéntrica realidad.
Perros y gatos callejeros se convirtieron en los herederos de su fortuna.
Cuenta la historia que cuando los familiares de Antonio Haghenbeck de la Lama se enteraron de su muerte nunca imaginaron su última voluntad.
El Testamento no dejó lugar para las dudas.
Toda la fortuna reunida en vida debía dirigirse a una sola causa: proteger a los animales callejeros.
Las protestas no se hicieron esperar.
A pesar de los reclamos de su familia, de los procesos legales para impedirlo y de cualquier intento desesperado, Antonio Haghenbeck, limpió su conciencia -según cuentan las historias que se tejen a su alrededor- dedicando todo el dinero que reunió en vida para crear una fundación de ayuda para perros que no tienen dueño y vagan por las calles.
La riqueza que el millonario Haghenbeck atesoró tenía como antecedente la acumulación de bienes del clero.
Este caballero que vivió como un inglés modelo, sirvió de prestanombres a la Iglesia y así obtuvo una gran riqueza.
A su muerte, dejó su dinero para lo que él consideró, una buena causa.
Así, desde 1985 la “Fundación Haghenbeck” trabaja para “darle a los animales un trato respetuoso, como seres vivos que son”.
De nada sirvieron las impugnaciones de la familia.
Por lo que, de entrada, la fundación creó un programa de esterilización canina gratuita para evitar el nacimiento de más perros de la calle, como una de las formas más “humanitarias” de ir erradicando el problema, tan sólo en el año 2000 se cumplieron 14 mil 703 esterilizaciones en la Ciudad de México y en provincia.
Eso no es todo, la Fundación recibe donaciones anuales que ascienden a 60 mil dólares en la sede instalada en los Estados Unidos.
El programa de las esterilizaciones ha ido aumentando cada año, se considera que desde 1996 se han realizado más de 40 mil esterilizaciones lo que ha evitado el nacimiento de unos 100 millones de perros que se habrían reproducido en cinco años.
En el caso de Antonio Haghenbeck de la Lama, se cumplió el deseo que antecedió a su muerte.
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Hoy la Fundación Haghenbeck no sólo cuenta con programas de esterilización sino que además tiene proyectos de desarrollo social, clubes y campos de entrenamiento que permiten obtener recursos.
Antonio Haghenbeck es uno de esos casos de millonarios que deciden dedicar su dinero a una causa por demás polémica.
Sin embargo, entre la última voluntad de un excéntrico millonario que muere y la determinación de sus familiares o asesores legales, hay un largo trecho de distancia.
Así, el caso de Haghenbeck no es el generalizado.
La lista de los millonarios que deciden dedicar su fortuna a causas de beneficencia es bastante larga, lo que se reduce es el número de quienes logran que su sueño se cumpla al pie de la letra.
Haghenbeck tiene su propia historia.
Este hombre, vivió como un caballero del siglo XVIII y muestra de ello es la “Casa de la Bola”.
Y es que en 1942, este despreocupado hombre de refinados gustos, tapizó las habitaciones de esa casa, incluyendo los aposentos de “verano” e “invierno”, con espléndidas sedas, decorando los cuartos con muebles con acabados de marquetería, jarrones japoneses, camas con dosel, magníficos candelabros de cristal y crucifijos de mármol; sobre la mesa, se disponía la vajilla de plata y cristalería.
En la casa, colocados en estantes y armarios, todavía quedan restos de sus artículos personales, tal como él los dejó, incluyendo su colección de relojes, sus gafas para lectura y sus tarjetas de presentación.
De acuerdo con sus historiadores, a su muerte, don Antonio dejó esa casa a la fundación que lleva su nombre aunque nunca aseguró los fondos para su mantenimiento ya que dejó todo el dinero de su inmensa fortuna a la causa de los animales.
La pelea por la riqueza de don Antonio se ha prolongado por años y años.
Incluso ha derivado en otras muertes.
Basta con recordar el juicio que perdió don Agustín, uno de sus cercanos familiares que buscó la impugnación del testamento argumentando la enfermedad mental de Antonio Haghenbeck y al perder el juicio y verse obligado a pagar el daño ocasionado con un monto de 50 millones de pesos, prefirió perder la vida y evadir a la justicia con el suicidio.
Los procesos legales no han terminado ahí.
Sus familiares han peleado infructuosamente y así lo reconocen.
El 27 de Septiembre de 1991, José de la Borbolla Haghenbeck presentó una demanda por la vía ordinaria civil para anular el testamento público donde don Antonio decide otorgar su fortuna al único heredero de su fortuna: "La Fundación" que lleva su nombre.
De igual forma, Carlos Haghenbeck Fraga promovió un juicio intestamentario en Huejotzingo.
Patricio Haghenbeck Cámara, de igual forma, recurrió a la justicia para reclamar la fortuna mediante un juicio de interdicción.
Y es que el heredero único de la fortuna Haghenbeck dejó su testamento ante el Notario Público número 95 del Distrito Federal el 26 de enero de 1991.
La versión de los familiares es muy sencilla, por un lado apelan a la enfermedad mental de don Antonio, quien al momento de su muerte perdió la sensatez y fue defraudado por el presidente del patronato.
Por otro lado, se presentó una denuncia directa contra el beneficiado con la fortuna, por homicidio.
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El caso llegó a la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, que de acuerdo con su Gaceta, presentó el Acuerdo de No Responsabilidad 10/94 donde se considera que todas las imputaciones que hace Antonio Haghenbeck Cámara contra las autoridades que estuvieron encargadas de los juicios legales para declarar la nulidad del Testamento, son improcedentes.
El acuerdo se emitió en el Distrito Federal el 3 de noviembre de mil novecientos noventa y cuatro.
Antonio Haghenbeck, al igual que sus familiares, peleó por la fortuna.
En su búsqueda por recuperar la inmensa riqueza presentó una queja por escrito ante la Comisión donde establecía que su tío abuelo, don Antonio, que era el depositario y administrador de la herencia de la familia, no estaba en pleno uso de sus facultades mentales al momento de dictar el testamento.
Como en una historia de película, sobrino-nieto acusó directamente a Víctor García Lizama, presidente de la Junta de Asistencia Privada del Distrito Federal, de aprovechar la enfermedad de don Antonio para obligarlo a dejar la herencia a una fundación.
Resulta que el mismo Víctor García le impidió a los familiares que hospitalizaran a don Antonio, cuando el tío se encontraba “gravemente enfermo”.
Los herederos frustrados cuentan que "durante la enfermedad de su tío, se presentaron una serie de irregularidades, todas propiciadas por la mala fe de las personas de la fundación. A su muerte, don Antonio decidió que la fortuna familia pasara a manos de los animales callejeros.
De esa forma, el nieto decidió iniciar un juicio de interdicción.
Pasado un poco de tiempo, el 3 de septiembre de 1991, Antonio Haghenbeck fue nombrado tutor provisional de su tío.
Ese mismo día, el millonario murió.
Días después, el 27 de Septiembre, José de la Borbolla Haghenbeck presentó la primera demanda, en la vía ordinaria civil, para pedir la nulidad del testamento público.
Ninguno de los intentos legales de los familiares dio resultado.
De acuerdo con sus versiones, las “maniobras de distintas autoridades del Departamento del Distrito Federal, del Tribunal Superior de Justicia del DF, de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal y del Registro Civil del DF” dejaron a la luz una actuación parcial para evitar “que la herencia se entregara a los legítimos herederos”.
Las acusaciones directas contra Víctor García Lizama incluyen el tráfico de influencias, en perjuicio de la familia Haghenbeck.
En esos intentos desesperados, los familiares presentaron una denuncia por homicidio que quedó registrado en la averiguación previa 11ª/2691/991-09.
Sin embargo, el Tribunal Superior de Justicia del DF determinó que el juicio testamentario 652/91 que promovió la Fundación ante el Juez 26o de lo Familiar del DF había emitido su dictamen válido por lo que se reconoció como única y heredera universal a la Fundación Antonio Haghenbeck y de la Lama, la que tiene el carácter de albacea.
Al final, Víctor García Lizama fue exonerado.
El acuerdo de la Comisión de Derechos Humanos que firma su presidente, Luis de la Barreda Solórzano, no dejó satisfecha a la familia.
Antonio Haghenbeck y de la Lama, el anciano de 89 años de edad, fue declarado en pleno uso de sus facultades mentales.
Los testimonios de los médicos siquiatras Ada Patricia Mendoza Veivide, Carlos Cerecedo Díaz y Alfredo Montaño Ortiz, que afirmaron que el millonario estaba capacitado para decidir todos los actos de su vida civil y jurídica, fueron convalidados.
Y hasta las firmas de los testigos se reconocieron como válidos, el Notario Público, Javier Corre Field, y Blanca Celia Vilchis Pérez, Ricardo Villalobos Reyes y Antonio Sánchez Cabeza.
Para los familiares queda en duda el cambio del testamento.
Previamente el tío abuelo había escrito cinco testamentos, el primero el 4 de Noviembre de 1982 y en todos hay diferencias donde se afectan sólo algunos aspectos administrativos; pero en teoría, la única heredera permanente era la Fundación.
Desde 10 años antes de su muerte, Antonio Haghenbeck ya tenía decidido dejar sus millones a los animales callejeros.
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Las esperanzas de los familiares aún no se han muerto.
Falta que se dicte la sentencia definitiva para la adjudicación del testamento aunque ya se declaró válido por lo que, a pesar de cualquier reclamo, la única heredera es la fundación.
El mismo Haghenbeck previó el revuelo que causaría su decisión.
Por lo tanto, protegió el testamento y mandó que se incluyera un dictamen de tres médicos siquiatras para avalar su salud mental ante un Notario Público.
Decidido a hacer valer su última voluntad, el millonario Haghenbeck sigue siendo motivo de incomodidad para su familia.
Su sola mención genera molestia, provoca rencor y despierta los más dolorosos sentimientos que se encuentran, aparentemente, guardados.